martes, 7 de diciembre de 2010

Capítulo 11. The last revenge.

Hace dos días volví por última vez a mi antiguo hogar. Había decidido hacerle una visita a mi madre a mi modo. Les mandé un mensaje a Tony, a Amy y a Mark y les dije que volvía a casa y organizaba una fiesta en mi casa, ellos se ocuparían de organizarlo todo. Como cada jueves, mi madre y el capullo estarían cenando por ahí asíque no tenía que preocuparme.
Como ya suponía cuando llego a la casa hay un montón de gente fumando cannabis y bebiendo algo que no parece precisamente Coca Cola. Saludo a la gente que conozco y empiezo a buscar a Tony y a Amy. Un rato después les vislumbro entre la multitud a unos cuantos pasos.
-¡Bianca! - me abraza Tony.
-Vaya, has vuelto!- exclama Amy con algo parecido a alegría fingida. "No debería pensar eso, es mi amiga, seguro que se alegra de verme" me convenzo a la vez que la abrazo. Me devuelve el abrazo sin mucho entusiasmo. ¿Esque ya ha encontrado a alguien que me reemplace? Me fijo más en ella. Lleva el pelo rubio teñido aún más corto que antes, por las orejas, y un nuevo piercing le cuelga por encima de su ojo castaño derecho al lado de un arito que se hizo conmigo hace dos años.
-¿Qué tal ha ido todo?- me intereso.
-Te he echado tanto de menos...- me susurra Tony mientras me besa. Sin embargo, teniendo sus labios unidos a los míos en la única persona en la que puedo pensar es en Christian, y en vez de sus ojos castaños, los ojos azules de Christian me dan vueltas en la mente.¿Qué estará haciendo ahora? Seguro que estará con alguna chica, con otro ligue de un día...
¿Pero qué me pasa? Debería estar feliz de reencontrarme con Tony. Por el rabillo del ojo veo a una pareja que sube al piso de arriba.
La música va subiendo cada vez más de volumen mientras yo arrastro al sofá conmigo a Tony. No me extrañaría que algún vecino llamase a la policía a juzgar por el ruido que hay. ¿Qué más me da? Yo ya no vivo aquí.
-No contestaste a mis llamadas-le reprocho elevando la voz para hacerme oir por encima de la música.
-Estabas en Francia y ya sabes que ando mal de pasta, no podía permitirme una llamada al extranjero.
-¿No te dijo Amy que no estaba en Francia? Estaba en Santa Mónica, me escapé de casa.
-No, Amy me dijo que estabas en Francia-contesta confundido.
¿Por qué Amy no le contó la verdad? No me da tiempo a pensar en nada más porque Tony me besa aplastándome contra el sofá. Llevo un vestido muy corto de lentejuelas negro con unos tirantes finísimos que se aprieta contra mi cuerpo dejando ver la forma de mis curvas. Al que se suman unas botas negras que me llegan a la mitad de los muslos con unos tacones que me hacen las piernas aún más largas de lo que ya son.
Tony empieza a pasar la mano por la parte de mi pierna que queda al descubierto. De repente la música se corta y una voz mandona empieza a echar a todo el mundo de la casa. Tony se levanta pensando que es la policía y echa a correr. No ha cambiado nada. Poco a poco la gente va abandonando la casa y el jardín y me quedo a solas con los culpables del fin de la fiesta: mi madre y el capullo. Me siento con desparpajo en el sofá imaginándome la sorpresa y el enfado de mi madre al llegar a casa. Puedo ver perfectamente la escena: Después de una romántica cena en un fino restaurante italiano la enamorada pareja vuelve a casa, quedándose pasmada al ver una fiesta en un jardín. Y mientras sale del coche reza por que no sea su casa. Mala suerte, lo es. Cuanto más se adentra en el jardín más drogas y alcohol ve. La música a tope no la deja escucharse ni a sí misma. Va siguiendo un reguero de algo pegajoso hasta llegar al interior de su casa. Dentro es aún peor. Un chico con rastas se ha instalado en su mueble más caro con un ordenador y se dedica a poner la música cada vez más alta. Y cuando llega al sofá se encuentra a su hija menor, a la que no ve desde hace meses, besando con pasión a un joven lleno de tatuajes, el cual no hace más que sobarle la pierna. Está lívida de rabia. Exactamente igual que ahora. Y lo que la pone más furiosa es el hecho de que estoy sentada en el sofá con aburrimiento y a la vez desafiándola a pegarme y a romper con esa fachada de aparente calma.
-¿Qué has hecho? -tiembla de furia contenida.
-¿Yo? Yo no he hecho nada. - contesto con fingida inocencia.- Yo estoy en Francia con mis tíos, ¿recuerdas?
No sabe qué contestar. Al fin me levanto del sofá y me dirijo a la puerta.  Mientras camino hacia la salida del jardín oigo su grito. Debe de haber encontrado en su habitación a la pareja que subía antes al piso de arriba. Sonrío con malicia. Mi última venganza.

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