jueves, 7 de abril de 2011

Ultimo capitulo. After Dark.

Y hoy me miro al espejo y puedo ver que no soy la misma de cuando todo esto comenzó. Ignorancia. Oh maravillosa inocencia. La perdí toda al querer vivir sin limitaciones. Y espero que al menos me haya servido de algo, que haya madurado aunque sea solo un poquito desde entonces, y que comprenda que huyendo nada se arregla.
Hay acontecimientos, hechos o palabras que marcan un antes y un después en tu existencia. Sé que nada volverá a ser como antes. Primero era una niñita infeliz que poco sabía acerca de la vida, me convertí en una rebelde que huyó, luego en ladrona. Y ahora, ¿que será de mi vida? Christian y yo hemos decidido vivir honradamente, alejándonos de la vida ilegal. A mí me da igual como vivamos con tal de estar junto a él.
De mi padre aprendí, y sigo aprendiendo cada día, millones de cosas. Miro para atrás y no reconozco a la niña que me mira con una sonrisa de suficiencia desde allí. Un chica que creía saberlo todo y que, cuando el mundo entero la dió razones de verdad para llorar, comprendió que solo podía madurar.
He aprendido a componer una sonrisa de verdad y no solo una mueca falsa ensayada delante del espejo. He aprendido que odiar es inútil y amar te descubre mundos. He aprendido que la calma que precede a la tormenta es siempre la peor, pero que con ayuda no hay rayo que te pueda atrapar. Por mucho que lo intentes. Y creedme que yo lo he hecho.
He dejado atrás la burbuja que se explotó el día en que mi padre se marchó. He comprendido que la vida da vueltas y que no vas a estar eternamente en lo alto. He dejado de creer en los cuentos de hadas, llamadme desengañada, pero no existen. Cuanto antes asumas la realidad menos ostias te dará la vida. He aprendido a confiar y a creer en el amor, en los milagros casuales y en los pequeños detalles que te ofrece la vida. Y que no todo es como atrapar una lágrima en la lluvia, sino una sonrisa en el sol. Que la luz si que está al final del túnel, y si no, puedes agarrarte a ese tren.
Los tatuajes del pasado siguen en mi piel y en mi mente, y dudo que algún día se borren. Pero yo aguanto esperando a la cura del tiempo. Las pesadillas siguen acosándome, pero los sueños también se repiten, sacándome de un profundo pozo que son mis recuerdos. Porque en la batalla, son los buenos momentos los que ganan, aunque te empeñes en creer lo contrario. Tan solo haz memoria.
Junto con Christian he conseguido un mapa de la vida, que me sigue sorprendiendo, y puedo caminar segura. He comprendido que ya ningún mal día puede estropearme y que el amor existe. Que la oscuridad ha pasado del todo y que esto no es la calma que precede a la tormenta.
Ahora ya no hay ningún momento malo al que siga uno peor. Solo momentos buenos a los que le siguen mejores. Le he dicho adiós a la mala vida y he salido adelante. Ya no hay lluvia que empañe al sol, ni noches que oscurezcan mis días.
Sí, soy feliz. Por fin.

martes, 5 de abril de 2011

Capítulo 39. Y la vida continua.

Y otros dos años después...

A pesar de mi pesimismo y mi desengaño de la vida, todo volvió a su cauce, más o menos. Se podría decir que a partir de ahí las cosas fueron a mejor dentro de lo negativo que es la pérdida de un ser querido.
Mi madre y mi padrastro son felices cuidando de Laura, la pequeña de la familia que se encarga de alegrarles el día a todos. Estoy convencida de que saldrá tan buena y bonita como Max, mi padre y mi madre. Y yo cuidaré de ella para que aprenda de mis errores, que no son pocos.
Max y Meredith se han ido a vivir juntos a un piso en el centro. Llevan ya dos año saliendo y preveo que les quedan muchos más. Exactamente lo mismo que yo con Christian.
Billy saca muy buenas notas y juega mucho con Laura, que le adora. Sigue con la idea de ser un abogado tan bueno como mi hermano. Se está convirtiendo en un chico muy maduro y ayuda mucho a Christian con su centro.
De Tony no volví a saber nada excepto que le pillaron vendiendo cocaína y está en la cárcel. No puedo decir que me dé pena después de todo lo que hizo.
Y Amy y Marc ahora están en ayuda para drogadictos en el centro de Christian, que va viento en popa. Su padre no podría estar más orgulloso.
Ahora cuando recuerdo a mi padre lo hago feliz, sabiendo que cuida de mí a través del collar que me dió. Todavía me duele la pérdida, pero ahora soy capaz de sonreir.
Superé mi fobia a los hospitales y ahora soy voluntaria en la sección de cuidados intensivos para personas con cáncer. Supongo que ayuda el hecho de tener cierta experiencia para ayudar a la familia y al enfermo. Y, aunque me cuesta, con cada paciente siento que estoy ayudando de nuevo a mi padre.



Capítulo 38. Laura.

9 meses después...

-No me sueltes la mano- le digo a Christian mientras caminamos a través de los blancos pasillos del hospital.
Había evitado todos los hospitales desde lo de mi padre, porque si antes de eso me daban miedo, después ya no podía ni acercarme.
Nos dirigimos al mostrador para preguntarle a la recepcionista por mi madre.
-Habitación 83.
Vamos a donde nos ha indicado. Mi respiración está agitada y no consigo controlarla. Christian me pasa un brazo por el hombro y seguimos andando.
Me paro mientras un flasback me lleva 9 meses atrás, a mi última excursión al hospital. Veo a mi padre tumbado en la cama. Estamos mi madre, mi hermano y yo agarrándole de las manos y llorando. Sus facciones están llenas de un sufrimiento que no puede expresar. Las lágrimas siguen rodando por mis mejillas sabiendo que no lo puedo evitar a pesar de todo. Y me duele muchísimo saber que no tendré otra oportunidad, que el corazón de mi padre no va a aguantar mucho más. Le agarro más fuerte la mano intentando infundirle fuerzas para seguir luchando. Aunque ya sea inútil. Susurro bajito un "te quiero" con la esperanza de que pueda oirlo y de que lo sepa. Y en esa cama de ese hospital de Santa Mónica, rodeado por sus personas más queridas, exhala su último aliento.
El recuerdo acaba y vuelvo a tener enfrente de mí un pasillo que se me hace eterno. Oigo las voces de las enfermeras alrededor y a Christian preguntándome si estoy bien. Le digo que sí con un asentimiento mudo y seguimos andando.
Llegamos por fin a la habitación 83. Abrimos la puerta y lo primero que nos recibe es el llanto de un bebé.
-Mamá, ¿qué tal estás?
Mi madre está tumbada sobre la cama con el pelo pegado a la cara por el sudor y con muchas ojeras. Sonríe al vernos. Tiene entre sus brazos una bolita envuelta en una manta rosa que no para de llorar. Laura.
El día anterior mi madre llegó al hospital después de romper aguas, y me llamó desde allí. La niña había resultado octomesina e iba a nacer en breve. Al parecer no hizo falta cesárea y todo salió bien. Habíamos decidido que fuese una sorpresa eso de si era niño o niña, y ya teníamos dos nombres: Will o Laura. Y, según mis predicciones, fue niña.
Mi padrastro está sentado en el sofá y nos hace un hueco para que nos sentemos.
-Se acaban de ir Max y Meredith, ¿les habéis visto?
Contestamos que no. Laura ha parado de llorar y yo me acerco a la cama de mi madre. Aparto un poco la mantita para verle la cara. Es preciosa. No puedo evitar sonreir al ver a mi nueva hermanita. Tiene los ojos cerrados y muy poco pelo negro. No para de mover las manos en el aire como si intentase agarrar algo. Agarro una de sus diminutas manitas y la beso con suavidad.
-¿Quieres cogerla?- Me pregunta mi madre.
-No creo que sea buena idea que...- intento decir. Pero mi madre ya la está colocando entre mis brazos. La sujeto con delicadeza. Parece tan frágil... Miro a Christian, que me sonríe desde el sofá.
Supongo que al fin y al cabo, los hospitales de vez en cuando traen buenas noticias.

Capítulo 37. Reconciliación.

Y entonces me doy cuenta de que estoy cometiendo el peor error de mi vida, que como le pierda voy a estar reprochándomelo todo lo que me quede de vida. Así que, en un ataque impulsivo muy propio de mí, abro la puerta y echo a correr.
Y aquí estoy yo. Corriendo descalza bajo la lluvia, tan solo cubierta por mi camisón azul. Noto las gotas de lluvia impactar contra mi piel, mojarme el pelo y hacerme la ropa más pesada a cada paso. Pero me da igual. En cierto modo es agradable, como si me estuviese limpiando de todo lo malo que había poblado mi vida en los últimos meses.
Y ahí está él.
-¡Christian!
Se da la vuelta sorprendido, con el tiempo suficiente para agarrarme en brazos antes de que caiga. Le abrazo con todas mis fuerzas, besándole en la boca. Él me alza en el aire mientras me devuelve el beso. La lluvia cae sobre nosotros como lágrimas de quien presencia por fin un final quasi perfecto.
Es posible que al fin y al cabo el amor sí que exista y solo tenía que darle una oportunidad como me dijo Christian.
-No estoy saliendo con esa chica. ¿Lo sabes, no?- me dice cuando nos separamos. Asiento con la cabeza. Él se pasa la mano por el pelo con un suspiro y una sonrisa- Supongo que ahora debería decirte cuánto te quiero. A pesar de que no se me da nada bien. ¿Recuerdas cuando nos conocimos?
-Me pillaste intentando robarte.
Suelta una carcajada.
-En realidad no te propuse lo de trabajar conmigo porque tuvieses talento, aunque no se te da mal, sino porque tenías la mirada perdida y aire de estar muy necesitada. No quise admitirlo, pero fue en ese momento cuando me enamoré de ti. En ese momento sentí que podía arreglar mi vida, dirigirla por un rumbo diferente, mejor. Ayudar a alguien que lo necesitase. Y creeme que tú lo necesitabas. Has sido mi señal para el camino correcto.- Me aparta un mechón de cabello de la cara con suavidad. Estoy tan mojada que ya no siento la lluvia contra mi piel.
-Supongo que cuando dijiste que a veces había que darle una oportunidad al amor te referías a esto, ¿no?
-¿Cómo no puedes creer en el amor?
-No había tenido razones antes.
Me vuelve a besar y siento que a partir de ahora todo va a estar bien. Que por una vez en toda mi vida este no va a ser un momento feliz que preceda a una catástrofe. Siento que esta no es la antesala de la oscuridad, siento que, por fin, y a pesar de los malos momentos, he encontrado mi punto feliz.