martes, 5 de abril de 2011

Capítulo 38. Laura.

9 meses después...

-No me sueltes la mano- le digo a Christian mientras caminamos a través de los blancos pasillos del hospital.
Había evitado todos los hospitales desde lo de mi padre, porque si antes de eso me daban miedo, después ya no podía ni acercarme.
Nos dirigimos al mostrador para preguntarle a la recepcionista por mi madre.
-Habitación 83.
Vamos a donde nos ha indicado. Mi respiración está agitada y no consigo controlarla. Christian me pasa un brazo por el hombro y seguimos andando.
Me paro mientras un flasback me lleva 9 meses atrás, a mi última excursión al hospital. Veo a mi padre tumbado en la cama. Estamos mi madre, mi hermano y yo agarrándole de las manos y llorando. Sus facciones están llenas de un sufrimiento que no puede expresar. Las lágrimas siguen rodando por mis mejillas sabiendo que no lo puedo evitar a pesar de todo. Y me duele muchísimo saber que no tendré otra oportunidad, que el corazón de mi padre no va a aguantar mucho más. Le agarro más fuerte la mano intentando infundirle fuerzas para seguir luchando. Aunque ya sea inútil. Susurro bajito un "te quiero" con la esperanza de que pueda oirlo y de que lo sepa. Y en esa cama de ese hospital de Santa Mónica, rodeado por sus personas más queridas, exhala su último aliento.
El recuerdo acaba y vuelvo a tener enfrente de mí un pasillo que se me hace eterno. Oigo las voces de las enfermeras alrededor y a Christian preguntándome si estoy bien. Le digo que sí con un asentimiento mudo y seguimos andando.
Llegamos por fin a la habitación 83. Abrimos la puerta y lo primero que nos recibe es el llanto de un bebé.
-Mamá, ¿qué tal estás?
Mi madre está tumbada sobre la cama con el pelo pegado a la cara por el sudor y con muchas ojeras. Sonríe al vernos. Tiene entre sus brazos una bolita envuelta en una manta rosa que no para de llorar. Laura.
El día anterior mi madre llegó al hospital después de romper aguas, y me llamó desde allí. La niña había resultado octomesina e iba a nacer en breve. Al parecer no hizo falta cesárea y todo salió bien. Habíamos decidido que fuese una sorpresa eso de si era niño o niña, y ya teníamos dos nombres: Will o Laura. Y, según mis predicciones, fue niña.
Mi padrastro está sentado en el sofá y nos hace un hueco para que nos sentemos.
-Se acaban de ir Max y Meredith, ¿les habéis visto?
Contestamos que no. Laura ha parado de llorar y yo me acerco a la cama de mi madre. Aparto un poco la mantita para verle la cara. Es preciosa. No puedo evitar sonreir al ver a mi nueva hermanita. Tiene los ojos cerrados y muy poco pelo negro. No para de mover las manos en el aire como si intentase agarrar algo. Agarro una de sus diminutas manitas y la beso con suavidad.
-¿Quieres cogerla?- Me pregunta mi madre.
-No creo que sea buena idea que...- intento decir. Pero mi madre ya la está colocando entre mis brazos. La sujeto con delicadeza. Parece tan frágil... Miro a Christian, que me sonríe desde el sofá.
Supongo que al fin y al cabo, los hospitales de vez en cuando traen buenas noticias.

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