miércoles, 16 de febrero de 2011

Capítulo 26. Stop.

-¿Adónde vamos?-me pregunta papá sonriente. Tiene en los ojos una venda para que la sorpresa sea aún mayor.
-Ya lo verás-le digo yo a cada vez, más ansiosa aún que él.
Le llevo agarrado de la mano para que no se caiga, y le guío detrás de mis pasos. Hace dos noches, cuando volví de la antigua vida de Christian se me ocurrió una idea: llevar a mi padre a la noria, para que recuerde los viejos tiempos.
-Ya estamos aquí- le digo mientras le quito la venda de los ojos. Él me sonrie y me mira con la réplica de mis ojos. Nos sentamos en uno de los asientos de la noria mientras ésta se pone en marcha. Lentamente empieza a girar y yo le agarro de la mano a mi padre mientras cierro los ojos.
-¿Recuerdas la última vez que vinimos aquí?
-Cómo la iba a olvidar... Tu madre y tu hermano nos miraban desde ahí abajo-me señala un punto por debajo de nuestros pies.-Tú alargabas la mano intentando atrapar una nube. Max tenía miedo a las alturas, sin embargo tú... Tú nunca le tuviste miedo a nada. Te encantaba soñar, estabas siempre en las nubes, y cuando te llamábamos sonreias achinando esos ojitos y ya sabíamos que no te habías enterado de nada. Max, al contrario, siempre tenía los pies en la tierra, atento a cualquier cosa. Leyendo, jugando al ajedrez, en sus clases de esgrima... Sois las partes opuestas en todo. Nunca coincidíais y sin embargo nunca regañabais. Sois unos niños estupendos.- Su mirada está fija en el horizonte, como si viese cosas que nadie más pudiese ver. Sus ojos están empañados, pero consigue aguantar.
-Deberías verle. Está hecho todo un hombre. Me ayuda siempre con los estudios, me enseña a conducir y siempre que se lo pido me lleva a cualquier sitio. Estarías orgulloso de él, papá.
-No lo dudo.- Me pasa la mano por el hombro, y me vuelvo a sentir como 12 años atrás en este mismo sitio. Pero hay una leve diferencia, y esque ahora no estoy en la parte más alta de la noria sino en la más cercana al suelo y continuo cayendo. Mi padre me protege pero esa barrera ya no es lo suficientemente fuerte, el mundo me ha herido ya demasiadas veces. Y me acabo de dar cuenta de algo que debería haber sabido hace mucho tiempo, y esque en la noria que es la vida no hay ningún botón de "STOP". Y aunque sea un detalle insignificante ya no puedo bajarme de ella y no mirar para atrás, porque mis recuerdos se han vuelto permanentes e imborrables. La realidad ahora es abrumadora, el cielo se ha vuelto plomizo, pero es en mis ojos donde va a llover. El pulso de mi padre no aguantará mucho tiempo más y yo ya no me siento con ganas para luchar.
La noria para y nos bajamos.
-¿Qué tal está Christian?-me pregunta papá interesado. Lo cierto es que no he vuelto a verle desde hace dos noches, cuando estuvimos en su antigua vida. Le he llamado varias veces al hotel pero nadie contesta y yo estoy empezando a preocuparme. Es posible que haya ido al final a buscar a Billy y a sacarle de esa cárcel que supone vivir donde lo hacía Christian. Pero para evitarle preocupacions a mi padre, contesto:
-Bien, bien.
-Es un gran chico, Bianca. Un tanto imprevisible, a lo mejor. Era imposible sonsacarle nada de su vida. Y aunque no habló mucho, en su mirada vi que te aprecia, y mucho más de lo que tú crees.
Me quedo en silencio meditando sobre ello. No sé qué decirle a mi padre.
Llegamos a casa y papá suelta un suspiro cansado, a pesar de que no hemos andado mucho y solo son las seis de la tarde.
-Creo que me voy a echar un rato- me dice mientras se dirige a la cama. El cáncer sigue haciendo mella.
-Yo voy a salir un rato, papá. Llevo el móvil encima, llámame si necesitas algo.- Asiente con la cabeza y yo salgo por la puerta para ir a ver a Christian.

Saludo al recepcionista del hotel, que me sonrie con cariño. Ya todos se han acostumbrado a mi presencia por aquí y me toman como otro estimado cliente más.
Llego al piso de Christian y llamo a la puerta con los nudillos, mientras rezo silenciosamente porque esté bien. Oigo unos pasos sordos unos segundos antes de que Christian me abra la puerta. Solo la abre unos centímetros, lo justo para asomar su cabeza por el hueco.
-¿Dónde te has metido estos dos últimos días?-le pregunto entre enfadada y preocupada. Entonces es cuando me doy cuenta de que los pasos continuan. Pero no son de Christian, porque él está quieto. ¿Otra chica? El mundo se me viene abajo, no veo con claridad y siento que voy a caer de un momento a otro.
-Ah... No estás solo- consigo articular por fin, como una subnormal.
De repente una cabecilla pelirroja con una gorra de Nueva York se asoma también.
-¡Hola!-me saluda Billy enérgicamente.
-Billy, te he dicho que te quedases dentro-le dice Christian con autoridad.
-No pasa nada, no es Joe, ella es inofensiva, ¿no?
Christian me da un repaso de arriba abajo y responde para sí mismo, sonriendo:
-¿Quién sabe...?
Abre la puerta del todo invitándome a entrar.
-Billy, vete a duchar. Te he dejado la ropa en esa silla- le señala una butaca al lado del baño.
Christian y yo nos sentamos a un lado de su cama.
-Así que al final le fuiste a buscar.
-No podía dejarle allí, es un crío.
-¿Tuviste muchos problemas?
-Me encontré por el camino con Joe y Bob...-tuerce el gesto.- No soy muy bienvenido por allí, ¿sabes?
-¿Quienes son Joe y Bob? Les he oido mencionar anteriormente.
-Joe es ese chico moreno que conociste, el que era mi mejor amigo. Y Bob era el cabecilla de una de las peores bandas de  la ciudad. Una verdadera bestia. No peleaba limpio, te sacaba una navaja cuando menos te los esperabas.
-¿Es el que le hizo la cicatriz a Billy?- Pregunto horrorizada. Él asiente y noto su cabreo.
-Por cierto,-añade cambiando de tema,- fui a ver a Max.
Levanto la cabeza sorprendida e interesada.
-Le expliqué toda la historia y me ofrecí a llevarle en la moto, pero rehusó y compró un billete de tren. Llega mañana a las 7.
-¿Y mi madre? ¿Se enteró?
-No. No estaba en casa.
-Perfecto.
-¡Christian!-llama Billy desde el baño. Y yo aprovecho ese momento para despedirme y salir de allí.

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