jueves, 6 de enero de 2011

Capítulo 16. ¡Sorpresa!

Cuando tenía siete años mi madre me preparó una fiesta sorpresa por mi cumpleaños. Yo no sabía nada, obviamente, y me resultaba extraño que no mencionasen nada sobre mi cumpleaños y que cada vez que yo sacaba el tema, ellos se ponían a hablar rápidamente de otra cosa. Yo estaba enfadada y pensaba que se habían olvidado, pero entonces me puse a pensar...¿Y si ocurría algo malo? ¿Y si era como lo de papá? Entonces me entró miedo y dejé de hablar de mi cumpleaños, preocupada.
Dos días después, el día de mi cumpleaños, llegué a mi casa después del colegio y me encontré a toda mi familia y todos mis compañeros en el salón chillándome, más que cantando, el "Cumpleaños Feliz". Más tarde, mi madre me explicó que eso era lo que llevaban planeando toda la semana, que no se habían olvidado. A partir de ese momento empecé a odiar las sorpresas, que me habían hecho preocuparme tanto.

Al día siguiente me despierto temprano, ansiosa por irme a vivir con mi padre. Es increíble como en cinco segundos le había perdonado. Me siento triste al pensar que no nos queda mucho tiempo juntos, pero aprovecharé estos meses al máximo.
Además, tengo otro asunto pendiente: mi madre. No la he vuelto a ver desde que me marché de casa y ahora me arrepiento de no haber sabido ver lo que realmente pasaba. Pienso en ella, en su dulce rostro que a la marcha de mi padre se endureció. En todas esas cosas que la han hecho tomar medidas que de otro modo jamás habría aprobado. ¿Y como será todo ahora? ¿Volverá a ser la misma de antes o seguirá siendo igual? Lo que sí sé es que la tengo que ayudar.
-Hola, papá- saludo con un abrazo. He dejado a Christian en el hotel resolviendo no sé qué asunto y he venido andando hasta aquí. Estoy exhausta.
 Mi padre me sonríe y me devuelve el abrazo, pero en su mirada veo algo como...¿expectación? ¿Qué sucede? De repente una figura sale por la puerta. Una figura en la que llevo pensando todo el camino, y a la que no veo desde hace meses.
-Mamá...
-Hola, hija- saluda con seriedad y tristeza. Mierda. No me he preparado ningún discurso de disculpa por lo de la fiesta y la escapada. Definitivamente odio las sorpresas.
-Mamá, y-yo...-empiezo a tartamudear. ¿Dónde está mi espontaneidad?- Lo siento mucho. Sé que no debería haberme largado así, ni haberte tachado de adúltera, ni haber organizado aquella fiesta en casa...Estaba muy enfadada, no entendía lo que pasaba. Ya sabes que mi cuerpo siempre actua por delante de mi cabeza, que me fallan las neuronas... N-No tengo excusa.
-No, cariño, la culpa es mia. Supongo que la ignorancia ha sido la peor alternativa al final-suspira, cansada.- Debería haberoslo contado. De haberme visto yo en el motel también hubiese pensado eso, y lo de que te escapases de casa...Quizá yo debería haberte escuchado un poco más en vez de haber estado tan pendiente de los cuchicheos de esos hipócritas. Debería haber comprendido que después de lo de tu padre te sentías sola.
-Entonces, ¿no estás enfadada? -pregunto con cautela.- ¿Ni siquiera por lo de la fiesta?
Ella se pone lívida. Joder. Ya la he vuelto a cagar. No lo debería haber mencionado.
-Respecto a eso... No, no estoy enfadada, pero creo que no saliste muy bien parada de aquella excursión a casa ...
Me doy cuenta de a lo que se refiere. Suelto una carcajada amarga.
-No, Amy no resultó ser muy buena amiga, al final. Y por el amor de Dios, no me digas "te lo dije".
-No pensaba decirlo. Suficiente tuviste ya como para que ahora yo te lo restriegue.- Después de un rato añade:- lo siento.
Yo agacho la cabeza cubriéndome con el pelo para que no me vean llorar. Como odio esos momentos de debilidad. Una mano suave se posa sobre mi hombro ofreciéndome apoyo y consuelo, arrastrándome luego a su hombro para poder llorar. Mi padre se acerca por detrás y me acaricia la espalada, tranquilizándome. Me siento como si hubiese vuelto a los cuatro años. Pero falta...
-¿Y Max?- le pregunto a mi madre, ya calmada.
-Le he dejado en casa con Henri.
-¿Con el capullo?- mi madre me dirije una mirada advirtiéndome.-Perdón, con Henri. ¿Por qué no le has traido?
Mis padres cruzan una mirada complice y al final mi padre me dice:
-Todavía no se lo hemos dicho. Tu hermano se piensa que tu madre se ha ido a una reunión de trabajo fuera de la ciudad.
-¿Y cuándo pensáis decírselo?
-No creo...que sea bueno para él saberlo. Quiero decir que ya ha reconstruido su vida en Harvard, es feliz, no queremos que sufra-contesta esta vez mi madre.
-¿Harvard? ¿Le han aceptado?- pregunto incrédula. Mi madre asiente orgullosa. Así que mi hermanito va a cumplir su sueño de ser abogado. Sonrio, orgullosa yo también.
-De todos modos, creo que Max debería saber la verdad. Es fuerte, podrá con ello.
-Ya lo decidiremos. De momento está bien estudiando Derecho.
Dando por zanjado el tema, subimos las escaleras hasta el segundo piso. Los peldaños y la barandilla están limpios, en contraste con el motel. Ya en el apartamento, mi padre me enseña donde voy a dormir. Es una bonita habitación de mediano tamaño, con una cama ya hecha, una cómoda de madera de roble y una mesita de noche de la misma madera, sobre la que reposa una lámpara de noche. En lugar de ventana hay un balcón con vistas al mar, cubierto por unas cortinas blancas.
-Vaya, papá, ¡me encanta!- digo girándome.
-Me alegro.- No me había fijado que al sonreir se le forman unos bonitos oyuelos alrededor de la boca, como a Max. Le echo tanto de menos...
Nos pasamos la mayor parte del día hablando entre los tres. Papá me pregunta como me han ido los estudios, qué tal con mis amigos...Y yo, bajando la cabeza, tengo que contestarle que tengo los estudios totalmente descuidados y que mis amigos no son buena gente -solo hay que tomar de ejemplo a Amy y a Tony-. Exceptuando algunos casos como Mark y otra gente con la que no solía salir demasiado, pero que veía en el instituto.
Hacia las siete de la tarde decido pasarme por el hotel de Christian para contarle todo lo de mi madre. La verdad es que me apetece verle, pero no sé como actuar después de lo del beso de ayer. Quizá para él no significó nada, pero para mí lo fue todo. Christian ha besado a tantas mujeres... y yo, ¿por qué habría de ser diferente a uno de sus ligues? Quizá...No, no soy especial.
Llego a la puerta de su habitación y me dispongo a llamar cuando de repente se abre y sale una bonita muchacha rubia de ojos castaños, que me mira de arriba a bajo y se va por las escaleras por las que acabo de subir yo. Acto seguido aparece Christian detrás de ella, me mira y se pone pálido.

No hay comentarios:

Publicar un comentario