viernes, 4 de marzo de 2011

Capítulo 27. Max.

-¡Max!-Grito saltando a sus brazos.
-¡Bianca! ¿Qué tal estás?
-Muy bien, muy bien. ¿Te puso Christian al corriente de todo?
-No del todo. Solo me dijo que venía de tu parte, yo no le creí al principio, hasta que me contó toda tu vida con detalle, demostrándome que te conocía. Luego me dijo que me subiese a su moto, que me esperabas en Santa Mónica. Y como ya supondrás...
-Lo rechazaste y preferiste venir en tren. Ya le dije que no te van las motos.- Cuando asiente con la cabeza me doy cuenta de que ha llegado la hora de que sepa la verdad. Nos dirigimos a un banco de la estación para sentarnos. -Mira, Max... Seré directa: he encontrado a papá.
Como ya suponía su cara se vuelve del color del papel y tartamudea al preguntar, incrédulo:
-¿Qu-Qué?
Le empiezo a contar la historia desde nuestro primer encuentro al lado del Mcdonalds, pasando por la sorpresa de ver a mamá, su estancia en el hospital por el cáncer, y finalmente la noria de ayer.
Él poco a poco va asumiendo la noticia y asiente con la cabeza.
-En algún lado tenía que estar, ¿no? Pero... ¿Santa Mónica? ¿Por qué?
Me encojo de hombros.
-Pregúntaselo tú.
-¡Claro! ¿Ha venido contigo?-contesta ansioso.
-En realidad... papá y mamá no están al corriente de esto.
-Ay Bianca, ¿En qué lio me has metido ahora?
-Qué poca confianza en mí, Max...-le digo fingiendo que estoy molesta.-Ellos no querían que supieses lo del cáncer de papá, pero yo no podía dejarle morir sin que te viese por última vez y sin que supieses la verdad. ¿Prefieres saberlo, verdad?
-Por supuesto.- Le oigo convincente, así que cogemos un taxi y nos dirigimos hacia casa.
Papá está en el salón leyendo un libro de historia que le había comprado después de ir a ver a Christian. Un libro sobre la historia de la segunda guerra mundial y todos sus secretos. La mitad de ellos producto del exceso de imaginación del autor, seguramente, pero mi padre está muy contento con él. Cuando oye ruidos en la puerta levanta la cabeza y abre mucho los ojos.
-Max...- dice estupefacto. Su boca se abre de la sorpresa. Yo tengo miedo de que se desmaye o algo y corro hacia él, a su lado, para sostenerlo si las piernas le fallan o algo parecido.
-Max quería verte.- Le explico.
-Sé que todo esto es obra tuya, Bianca- dice papá sin enfado.
Max se acerca a él mientras papá se levanta y le da un abrazo. Yo me quedo mirándoles, emocionada.
-Hijo...- Papá le sujeta de los hombros y le hecha hacia atrás para mirarle bien.
-Papá, me voy a quedar unos días en Santa Mónica, en un hotel y así podremos estar todos juntos- le suelta de golpe Max.
-No. Puedes irte, Max. No quiero que me veas morir.- No entiendo como papá puede hablar de la muerte como si estuviese hablando de la carretera de debajo de casa, y que a mí me cueste horrores pensar si quiera en ello. Supongo que ya se ha hecho a la idea y contempla a la muerte como una compañera al final del camino.
-No, me quedo. Volveré a la universidad cuando pueda pero de momento estamos de vacaciones, así que no perderé clases.
Papá se da por vencido, sabiendo que no puede obligar a Max a marcharse.
-¿Tu madre sabe...?- empieza a preguntar papá. Pero le basta una mirada entre Max y yo para comprender que mamá tiene tanta idea como tenía él. Una sonrisa se empieza a dibujar en su cara, ante nuestra astucia.-¿Cómo lo habéis hecho?
-Christian me ayudó. Fue a buscar a Max y le dijo que viniese. Llegó esta tarde en tren y yo le expliqué todo.
-Creo que tendréis que llamar a mamá y explicárselo todo.

Media hora después estamos Max y yo mirando al teléfono fijamente, como si fuese nuestro mayor temor hecho realidad.
-Yo no pienso llamarla- digo yo, al final.
-¿Por qué no? De haber sido por mí se lo hubiésemos dicho desde el principio.
-Venga, Max...-suplico.- Tú eres más diplomático que yo, a ti te hará caso.
Con un suspiro coge el teléfono y empieza a marcar. Yo me pongo nerviosa y empiezo a tirarme del pelo. Un silencio reina por la habitación hasta que mi hermano lo rompe preguntando:
-¿Mamá?
-...
-Estoy en Santa Mónica, con papá.
-...
-Me enteré de que tenía cáncer y quise verle.
-...
-Sí, ha sido Bianca. Pero no tiene la culpa, ha hecho bien.
-...
-Vale, adiós.
No tiene tono de exasperación en ningún momento ni de que le esté cayendo la bronca, así que dejo de tirarme del pelo y le pregunto que qué ha dicho.
-No estaba enfadada, creo que hasta admite que has hecho lo correcto. Dice que vendrá en un par de semanas, que está muy liada con el trabajo.
-Papá, ya la hemos llamado- grito desde el salón. Mi padre se había dirgido a la cocina minutos antes, y como veo que nadie contesta, voy a buscarle.
Me lo encuentro tirado en el suelo de la cocina, con un vaso de leche encima de la mesa que se ha volcado. Las gotitas caen al lado del cuerpo desmayado de mi padre con un ritmo frenético.
-¡Papá!

                             Max.

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