miércoles, 2 de febrero de 2011

Capítulo 21. La cena.

-Siento llegar tarde.
Me siento al lado de Christian en el restaurante mientras me quito el abrigo, descubriendo mi vestido más corto y ceñido. Negro, salvaje, cubriendo la espalda con una fina línea que lo sujeta. Le doy un largo beso en la boca a Christian, dejándole a él y a todos impresionados. Cuando nos separamos para respirar me fijo en nuestros acompañantes. El padre de Christian es alto, con una espalda ancha que a duras penas cabe en la silla, y una calva incipiente, como un claro en el bosque de pelo oscuro que es su cabeza. Sus ojos castaños me miran con incredulidad, mientras se pasa la mano, incómodo, por la camisa blanca que lleva. Desde luego, ya sé a quien ha salido Christian, con ese pelo rubio, y no ha sido a su padre. ¿Cómo debe de ser su madre?
Su mujer, la señora Cantry, es una amable señora un tanto entrada en carnes, bajita, que no para de sonreir, más incómoda todavía. Estamos recostados en unos sillones pegados a la pared, enfrente de ellos, que me miran con los ojos abiertos de par en par. Les dirijo una sonrisa deslumbrante, tras la que se esconde toda mi antigua maldad deseando salir a flote de nuevo. «Haz todo aquello que cabrease a tus padres», me había dicho Christian el día anterior. Perfecto. Me lo voy a tomar como un placentero viaje al pasado, a los liberadores planes malvados.
-Buenas tardes, soy Bianca Moone, la prometida de Christian- saludo echándome el pelo hacia atrás y mirando a Christian, que me sonrie sin impresionarse, como si ya esperase esa jugada por mi parte. Estiro mi mano izquierda hacia ellos, para que puedan admirar el símbolo de nuestro compromiso. Al salir del edificio donde vivo con mi padre me encontré con el anillo de Onix en perfecto estado y decidí jugar una nueva carta. El padre de Christian boquea incrédulo, pensando que sus oidos le han jugado una mala pasada. Su mujer sin embargo no hace ningún gesto. Se queda lívida, mirándonos fijamente. Parece que se va a desmayar.
-¿Qué quieres decir con... prometida?- consigue articular por fin el señor Cooper.
Me giro hacia Christian, y le reprocho con una falsa voz aguda, llevándome las manos a la tripa:- Pero Christian, cariño, ¿por qué no se lo has dicho?- y girándome de nuevo a su padre, proclamo:- ¡Van a ser ustedes abuelitos!
Sonrio de oreja a oreja, tomando a Christian de la mano. Él rie silenciosamente, haciendo temblar nuestras manos enlazadas.
-¿La has dejado...embarazada?- pregunta su padre, pronunciando la última palabra con una voz aguda que no va demasiado acorde con su aspecto. Gordi-Cantry se limita a ahogar un grito y a abanicarse con el menú.
-Bueno...en realidad, no sabemos si ha sido él...
-Pero le cuidaré como a un hijo- promete Christian, siguiéndome el juego.
-¿A qué te dedicas, Bianca?- me pregunta el señor Cooper, temiéndose lo peor. Y yo le complazco contestándole con orgullo:
-Pues verá, trabajo en un respetable club de alterne, en la carretera-. Otra exclamación sorda de Gordi-Cantry. Definitivamente se va a desmayar.
-¿Han decidido qué van a tomar, señores?- nos interrumpe un joven camarero, mirándome solo a mí. Un ruido producido por "mi suegra", le hace girar la cabeza.- ¿Se encuentra bien, señora?
Ella asiente, pálida.
-No se preocupe, es solo la emoción- le sonrio.
-Tráiganos una cerveza, para mí, y...¿qué quieres, papá?- denoto una nota extraña al pronunciar la última palabra, un cambio de tono, como si le costase pronunciarla debido al tiempo que ha estado sin utilizarla. Le acaricio la mano en un gesto de apoyo, y él me la agarra con fuerza.
-Agua- le sonrie a Christian, que le mira con fijeza, sin tragárselo. Señalando a Gordi-Cantry, añade: -Y lo mismo para ella.
-Vodka con limón, porfavor- pido yo.
Cuando el camarero se retira, el padre de Christian sigue en la conversación:
-¿Y hace cuanto que estáis juntos?
-¡2 meses! Tanto tiempo... Parece que fue ayer cuando la vi- contesta Christian mirándome.
-¡Esque fue ayer!- grita Cantry.- Apenas la conoces y te vas a casar con ella... Que no es nada menos que una... ¡Una prostituta!
-¿Qué hay de malo en mi trabajo, señora?- elevo la voz, haciendo un esfuerzo soberano por no llamarla Gordi-Cantry.
-¡Basta!- Grita el señor Cooper. Christian, sin embargo, permanece imperturbable, mirándole con un aire de interés brillando en sus ojos de hielo.- Si se quieren no importa. No importa su trabajo, ni el padre de su hijo, ni de hace cuanto que se conocen. No importa nada. Solo ellos dos.
Es la primera vez que veo a Christian sorprenderse, delatándose por levantar las cejas. Él que siempre lo controla todo y jamás nada le pilla desprevenido. Por fin abre la boca para dirigirse a su padre sinceramente, en tono quedo, acercándose a la mesa:
-¿Y qué hay de ti? ¿La quieres? ¿Has cambiado de verdad? ¿O solo es otra mentira para beberte tus botellas a escondidas?
-La quiero. Como a nadie. No he probado ni gota de alcohol desde que la conozco- susurra con la cabeza gacha, esperando la aprobación de su hijo. Por debajo de la mesa Gordi-Cantry le agarra la mano y se la aprieta, apoyándole. Intercambian una sonrisa medio feliz y amarga, por la que pasan todos los momentos que han pasado juntos, y eso le da fuerzas para levantar la cabeza y mirar a Christian a los ojos.- Hijo, sé que no puedo volver al pasado y arreglar todo lo que te hice sufrir. Sé que no puedo enmendar mis errores, ni devolverte tu infancia para que esta vez puedas vivirla de verdad. Lo único que puedo hacer es arrepentirme y reprocharme no haber sido buen padre de mi hijo, y haber elegido la bebida antes que a ti.- Christian le mira a los ojos sin dureza ni renuencia ahora.- No pretendo que me perdones y lo olvides, solo quiero empezar una nueva vida y que esta vez tú estés en ella.
Miro a Christian y por un instante puedo ver al niño de antaño. Un infante con cara de ángel que ha tenido que crecer. En sus ojos puedo ver el dolor que ha aprendido a ocultar tras años de entrenamiento, el sufrimiento que jamás le marcó fisicamente, sino en lo más profundo de su alma. Y al igual que Christian ha rejuvenecido ante mis ojos, su padre ha envejecido. Puedo verle hace 10 años. Y a pesar de ser más joven, la bebida le ha chupado la vida que la abstinencia le ha devuelto. Miro en sus ojos y no encuentro nada. Están nublados por el alcohol, no pueden ver el mundo.
Vuelvo a la realidad. Christian asiente y sonrie a su padre. Por fin su mundo ha vuelto al equilibrio.
-Creo que hay que aclarar algo...-dice mirándome. Se pasa la mano por el pelo dorado, un poco avergonzado.- Bianca tiene 17 años y no trabaja. No estamos prometidos y no está embarazada. Era solo una... broma de mal gusto. Sin embargo, desde que me fui de casa me he dedicado al carterismo, quiero decir, que no estoy orgulloso de mi vida, ni contento con mis hurtos. Y que yo también quiero formar parte de tu nueva vida, pero esta vez de manera honrada. Empecemos de cero.
-Lo sé. Sé que no era cierto.- dice el señor Cooper sin sorprenderse lo más mínimo. Puede que al fin y al cabo, Christian sí que haya heredado algo de su padre.

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